La desesperación reina en las zonas más aisladas tras el tsunami de Célebes
A la escasez de necesidades básicas se suma el trauma por el desastre y la perdida de familiares y amigos.
La desesperación por la falta de provisiones reina entre los supervivientes en las zonas más aisladas de la isla indonesia de Célebes, donde se ha desplegado el Ejército para prevenir saqueos mientras las víctimas por el tsunami y el terremoto del pasado 28 de septiembre ascienden a más de 1.400.
Aunque hoy comenzó a distribuirse gasolina y volvió la electricidad a algunos distritos de Palu, ciudad más afectada el desastre, la ayuda llega con cuenta gotas a zonas remotas como el oeste del municipio de Donggala.
Esta localidad también fue sacudida con fuerza el pasado día 28 por un tsunami causado por un terremoto de 7.5 grados y quedó prácticamente incomunicada durante los dos primeros días.
En Donggala, más al norte y por lo tanto más lejos del centro de distribución que es Palu, comenzaron ayer saqueos que han sembrado el miedo entre los comerciantes y obligado a los militares a vigilar las tiendas y gasolineras.
Unos vándalos "robaron mi tienda ayer, no solo la mía; también otras de Donggala. Gracias a Dios en mi tienda solo cogieron la comida porque había algunos soldados, pero después fueron a otra tienda y lo cogieron todo", explica a Efe el comerciante Ricky Kariono.
"Tengo más miedo a los criminales que al terremoto", afirmó junto a su familia en un campo de evacuados.
Según el vendedor, los robos se han detenido debido a la presencia de las Fuerzas Armadas, mientras que el despliegue militar en cajeros, comercios, gasolineras y el aeropuerto de Palu fue confirmado hoy a los medios locales por el jefe de las Fuerzas Aéreas indonesias, Hadi Tjahyanto.
En otro de los campamentos para evacuados cercanos, que fue formado de manera improvisada por los residentes del pueblo costero de Lanta en el monte Bale, más de 750 supervivientes del tsunami esperan ayuda.
"Al principio, tras el tsunami nadie nos ayudó, ahora solo un poco, las Fuerzas Armadas, la Cruz Roja, (...) vienen con ayuda pero no llega aquí porque se les acaba por el camino", lamentó el instructor de buceo y conductor Moh Nawawi.
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A la escasez de necesidades básicas en el campamento se suma el trauma por el desastre y la perdida de familiares y amigos, como uno de los hijos de Moh, del que dice no saber donde está, pero del que sospecha que ha muerto.
Otro de los evacuados de Lanta, el hostelero Junaidi Kariso, asegura que solo tienen tres generadores para todo el campamento, ya que la zona continúa sin electricidad como la mayoría de los pueblos afectados por el terremoto, y que hace falta agua potable y alimentos.
Junaidi cuenta que las olas llegaron a la costa norte de esa zona de Donggala con menor altura, unos 1,5 metros frente a los más de 3 metros que algunos testigos indicaron en Palu, pero más rápido y con gran fuerza debido a la mayor proximidad con el hipocentro del terremoto.
El portavoz de la agencia indonesia de gestión de desastres, Sutopo Purwo Nugroho, indicó hoy en rueda de prensa que el 63 por ciento de los afectados por el terremoto y el tsunami no oyó las sirenas de alerta de olas gigantes.
La mayoría de los fallecidos, 1.177, se produjeron en la capital provincial, Palu, la localidad mas afectada y con una población de 350.000 habitantes.
Además hay más de 2.500 heridos graves y 114 desaparecidos, 70.000 evacuados y más de 65.000 casas dañadas o derruidas, también por varias avalanchas de barro que han sepultado a cientos de personas y decenas de casas en zonas como el pueblo de Petobo y el municipio de Sigi Biromaru.
El presidente Joko Widodo, visitó hoy varias localizaciones en Palu y Sulawesi y termino su recorrido en el pueblo de Donggala, aunque no llegó a visitar el campamento en el monte Bale.
Sutopo indicó que su agencia ha aceptado la asistencia de 17 naciones porque responde a las necesidades en transporte, generadores, tiendas de campaña y tratamiento de agua.