2019
En la distancia que marca el tiempo, la llegada de 2019 se veía inalcanzable, pero llegó. Aunque cada quien hará alrededor del nuevo año un cúmulo de peticiones, el nuevo año marca un solo evento seguro: ¡se va Varela!
El nuevo año marca la renovación del peor y más perverso gobierno de la historia reciente. Entre mentiras, promesas incumplidas y la maldad como fin ulterior de su distintivo político, se inicia un 2019 cargado de incertidumbres. Siento que muchos esperamos el cambio con más recelo que esperanza, aunque de por sí el solo cambio de este desastre contribuirá en el maltrecho ánimo nacional.
A lo largo de todos estos años he abundado en la necesidad de que el proceso electoral próximo marque un real inicio de una transformación muchas veces postergada. Independientemente de los temas inherentes a la recuperación económica, la reforma del Estado es imperante. Abogo, como saben, por una constituyente porque pretender darle a esta Asamblea Nacional la oportunidad de fraguar cambios constitucionales, además de un despropósito, resultaría altamente riesgoso. Su deterioro institucional y moral es profundo y la entrante será más o menos la misma porque simple y sencillamente, salvo las excepciones de rigor, saldrán muchos de los mismos. La no reelección cobrará víctimas, pero no las suficientes para una renovación integral. Por ello, quienes a eso apuestan por temor a la real y democrática alternativa, faltan, por omisión, a apoyar una transformación con legitimidad política que dé aire al sistema, mientras el nuevo gobierno se adentra en la recuperación de tantas cosas.
Los planes de gobierno, a mi juicio, deben abarcar compromisos bien definidos y urgentes. Problemas como la seguridad social, el agua, el reordenamiento de la seguridad ciudadana y de los cuerpos policiales, la postergada educación nacional, lo inherente a la justicia y las renovaciones tanto en el Ministerio Público como Órgano Judicial deberían enriquecer las propuestas electorales. No es el momento de los planes detallistas. Nadie prevé con certeza lo que se encontrará el 1 de julio, salvo un gran desbarajuste y mucha deuda. Ante eso, las propuestas deben ser concisas, pero con claridad de métodos para llevarlas a feliz término en el tiempo.
El nuevo año también enfrentará a muchos con sus actuaciones como gobierno. Será imposible evitar las exigencias múltiples sobre rendiciones de cuentas en muchos ámbitos. Sin embargo, el nuevo gobierno, el que sea, no puede dedicarse a la venganza per se, sino a gobernar con urgencia y sentido, mientras hace los cambios que se requieren. No obstante, fuera del gobierno habrá grandes reclamaciones por actos cometidos en función de gobierno respecto a dineros públicos y confesos actos de corrupción. Veremos a muchos pedir justicia cuando tengan que responder por tanto. Entonces apelarán a la ley en sus defensas, la misma ley que han violado con sus alcahuetes conocidos. Han hecho demasiado daño a mansalva y destruido honras, familias, negocios, oportunidades, so pretexto de hacer "su justicia" en medio de linchamientos premeditados en sus medios acompañados de los trillados "opinólogos" mañaneros y domingueros, los mismos de siempre hablando de lo mismo de siempre, cual coro desafinado.
El país deberá definir su rumbo en temas cruciales, muchos relacionados con las oportunidades que nos brinda nuestra posición geográfica para avanzar en un modelo de desarrollo muy característico. Igualmente, valorar el replanteamiento de nuestra economía de servicios manejando con dignidad y talento los temas propios de Gafi, OECD, entre otros. No podemos seguir acatando directrices suicidas a cambio de no estar en listas de colores de las que tampoco salimos.
Mucho por delante como país. Hacia ello hay que orientarse. Varela es ya un pasado lleno de fracasos y malos ratos que no podemos permitir que nos siga distrayendo en lo fundamental que es darle norte a Panamá.
Mientras, ¡el reloj sigue su marcha y cada día que pasa es uno menos de todos ellos allá!
¡A todos, un buen 2019!