Constituyente y Concertación
El título de la presente reflexión no es casual. He escrito y hablado muchas veces sobre el proceso constituyente. Si se logra hacer, luego de una constituyente y el surgimiento de una nueva Constitución fundamentada en la legitimidad que da el voto popular, encontraremos una real concertación nacional, legítima, no inventada. Allí, en esa asamblea constituyente, convergerían todas las fuerzas políticas y amplios sectores y dentro de un período de tiempo se discutiría el pacto político de todos los panameños.
Sin duda, gobernar es decidir, como me dijo una vez un expresidente de Costa Rica. El gobierno nacional tomó la decisión de abrazar las reformas que el grupo de la Concertación Nacional ha tenido a bien sugerir. Su envío y tránsito por la Asamblea Nacional deberá generar debate y discusión. Sin embargo, veo con poco optimismo que los diputados decidan, por ejemplo, adoptar decisiones que le restrinjan o eliminen privilegios a futuro. Esa realidad sería obviada en una Constituyente ya que allí los constituyentes electos no serían diputados y tendrían plena libertad de adoptar cambios de real envergadura de cara al destino de la Nación. Tendrían legitimidad fundada en el voto popular, realidad que el grupo proponente de reformas no tiene y que dista mucho de acercarse al propósito que dió origen a su creación.
Lo que allí se decida irá a la consulta con el soberano, el pueblo, a través de un referéndum luego de su aprobación en dos legislaturas. Sin embargo, esa decisión política pasará por el escrutinio igualmente político del pueblo elector. Qué salga de la Asamblea está por verse ya que esto recién empieza. Pero traerá debate político a favor y en contra y seguramente se adicionará el juzgamiento electoral de la gestión del gobierno montado ya en su segundo año de mandato. El riesgo será para el gobierno si prevalece el NO, aunque siempre tendrá la salida de decir que esas reformas no fueron propuestas por el gobierno sino que fue un compromiso de campaña cumplido con el grupo proponente. Buena salida que de seguro ha sido evaluada.
No entiendo el temor por un proceso constituyente. La respuesta cajonera que sale siempre es que sabes cómo empieza y no cómo termina o que los constituyentes se erigen en Órgano Legislativo y disuelven la Asamblea y la Corte y empieza una dictadura. Creo que los que esgrimen esos argumentos poco han estudiado el ejercicio constituyente de 1946 que dió origen a una gran Constitución. Había real convulsión política y una Policía Nacional amenazante, sin embargo, el debate al proyecto de los ilustres Chiari, Alfaro y Moscote avanzó enriquecido por las discusiones de los constituyentes, muchas de las cuales tienen hoy igual vigencia y despiertan iguales incertidumbres.
El gobierno en campaña mencionó que si no se aprueban estas reformas entonces convocará la Constituyente. Es un tema duro de pronosticar desde ahora. Hacia fines del otro año quién sabe qué asunto acaparará la agenda nacional y entonces esa convocatoria quedaría reducida a una gran especulación respecto de su viabilidad política. Siento que se perdió el momento actual, revestido del optimismo y esperanza que provee el nuevo gobierno luego del desastre varelista.
El país no está tranquilo y hay factores que perturban y con razón. Temas vitales subsisten más empantanados que antes y profundas dudas rodean a instituciones claves, como el Ministerio Público, que deberá ser depurado como corresponde. Problemas como los de la CSS, Idaan, los nuevos embalses para dotar de aguas al Canal, entre otros, ya plantean oposición radical de parte de sectores igualmente radicales que ya anuncian sus conocidas e inamovibles posiciones.
El tiempo dirá, pero insisto, se perdió en mi humilde opinión una gran oportunidad para darnos una nueva e integral Constitución.