Debates y letargo
Como muchos vi el primer debate. Debo confesar que no me impresionó. No fue debate. Su formato aburrió y la estrechez del tiempo en las respuestas hacían imposible planteamientos de fondo o explicaciones consistentes con la importancia de los temas. Sobre quién ganó o perdió, es algo muy subjetivo y lleno de pasión política. Hubo respeto, lo cual es positivo.
La prudencia en las ofertas debería marcar, a mi juicio, el tono de la campaña. A ciencia cierta nadie sabe con cual escenario se va a encontrar luego del triunfo. Temas como agua, salud pública y seguridad social, entre otros, enmarcan realidades muy complejas respecto de los problemas que encierran. Amigos que llevan el pulso de las finanzas, hasta donde se pueda, los he escuchado decir que el próximo gobierno no heredará bonanza y que deberá ser un gobierno austero. Coincido con ese punto, por eso prometer en abstracto cosas porque un asesor diga que es políticamente atractivo puede ser negativo al momento del triunfo, porque la realidad económica puede variar y hacer tomar caminos diferentes en cuanto a la gestión del nuevo gobierno.
Para mi la reforma del Estado sigue siendo una impostergable prioridad. Ese día los planteamientos fueron esquivos, con la excepción de Blandón y Lombana que se manifestaron a favor de hacerlo vía una Asamblea Constituyente. Sin embargo, no es tema para un minuto sino que debiera ser tema único para un debate en el que los aspirantes debatan entre sí sobre su visión del tema y no presentaciones tipo juegos florales. Cada día que pasa los problemas resultantes del modelo jurídico-político agotado y colapsado que tenemos ocupa espacio público en eventos, noticias o escándalos. Además, enfrascarse en las "reformas puntuales" a manos de dos asambleas es profundizar el problema. Esta Asamblea está anulada y la que viene será casi la misma, salvo un milagro político. Dejar en esas manos el diseño de un Estado moderno y que resista al menos unos 30 años más, es ilusorio por decir lo menos. Además, Varela no tiene legitimidad política ya para acordar tales cosas y el próximo presidente no lo veo con mayoría legislativa, así que por donde lo miremos la calavera es ñata.
Todos esperamos que los nuevos debates sean reales debates. La firma de cuanto pacto se produzca son meros shows. Nadie estoy seguro los ha estudiado respecto de su viabilidad. Eso no impacta y lo que pueden ser a futuro son semilleros de promesas incumplidas. Hay que ver y oír a los aspirantes a gobernar fajarse con los temas del país que aspiran conducir. Decir el cómo de las soluciones, no enumerarlos. Que los moderadores varíen y sean personas con capacidad en los segmentos de cada encuentro y que rebatan cuando sientan que están eludiendo o mintiendo en el tema en debate. Solo así podremos medir quilates políticos en una campaña que no plantea ningún revuelo emocional. Además de que no hay discurso opositor aún.
En dos meses de campaña el tiempo será el necesario para consolidar los esfuerzos de la organización territorial que cada quien tiene. No da el tiempo para mucho más. El primer día de campaña será en carnaval, escenario nada idóneo para marcar el inicio del rescate del país de manos del varelismo fracasado e inepto. Ese día cada campaña inundará parques y culecos con propaganda y marcará territorio en medio del guaro y la campana. ¿Ven que los panameños tomamos los carnavales bien en serio?
El poco tiempo dirá. Me preocupa el futuro, de vedad y con plena conciencia lo digo. No porque no lo vea con potencial, que lo tiene y mucho, sino por lo liviano de los planteamientos y el esfuerzo que se pone en lo poco trascendente. Pero ese será el escenario y la realidad que sortearemos el 5 de mayo.
Mientras, ¡el reloj sigue su marcha y cada día que pasa es uno menos de todos ellos allá!