El Cristo Negro de Portobelo, una devoción que desafía leyendas
La procesión anual de esta icónica imagen es un evento que combina tradición y devoción.
Fanatismo e idolatría para los protestantes, religiosidad popular y devoción para los católicos, así describió Luis B, un estudioso de las doctrinas religiosas y un veterano de la tradicional procesión al Cristo Negro, que anualmente se celebra en el pintoresco y pequeño pueblo de Portobelo.
En la provincia de Colón, Panamá, la figura religiosa ha cautivado la devoción de generaciones, creando un legado impregnado de misticismo y leyendas. El Cristo Negro de Portobelo, una estatua que se cree representa a Jesucristo con tez negra, ha sido el centro de una serie de relatos que mantienen a los habitantes y peregrinos en asombro constante.
La historia del Cristo Negro se inicia con la llegada a la comunidad de Portobelo.
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La primera de estas leyendas cuenta que un barco que se dirigía a Cartagena de Indias, cada vez que intentaba zarpar de Portobelo, se veía enfrentado a violentas tormentas. En el quinto intento, la tripulación se vio obligada a arrojar una misteriosa y pesada caja por la borda para sobrevivir. Cuando los pescadores descubrieron la caja, hallaron en su interior la imagen del Nazareno, que luego se colocó en la iglesia local.
Otra leyenda narra que durante una epidemia de cólera, pescadores encontraron una caja flotando en el mar que contenía al Cristo Negro. Cuando la figura se llevó a la iglesia, comenzó a sudar, y milagrosamente, la epidemia desapareció.
La tercera leyenda cuenta la historia de un error en el envío de imágenes religiosas, donde un San Pedro debía llegar a Portobelo y el Nazareno a Taboga, pero las imágenes se confundieron, y el Nazareno quedó en Portobelo, donde los intentos de intercambio fueron frustrados por eventos inexplicables.
Estas leyendas han tejido un tapiz de misticismo alrededor del Cristo Negro, cuyo culto anual cobra vida a partir del 15 de octubre, cuando peregrinos de todas partes se dirigen a Portobelo para rendir homenaje a esta enigmática imagen.
Lo que hace que la devoción sea aún más peculiar es su relación con la música salsa.
El Cristo Negro ha sido testigo de las actuaciones de notables figuras de la música, como Ismael Rivera, Celia Cruz, Pete "El Conde" Rodríguez, Cheo Feliciano y Gilberto Santa Rosa, quienes han encontrado inspiración en su presencia y le han dedicado canciones, como "El Nazareno" de Ismael Rivera. No es de extrañar que el Cristo Negro sea considerado el patrón de los cantantes de salsa.
Esta veneración no se detiene en las historias y las canciones; el Nazareno es también conocido por su colección de túnicas y joyas que los fieles le han ofrecido a lo largo de los años, convirtiéndolo en uno de los Cristos más ricos de Panamá y posiblemente de toda Centroamérica y el Caribe.
La procesión anual de esta icónica imagen es un evento que combina tradición y devoción. Los fieles se arrastran desde la entrada del pueblo hasta la iglesia, y durante la procesión, las velas hechas con cera de vela iluminan el camino del Nazareno, mientras la música salsa marca el ritmo de la marcha, con tres pasos hacia atrás y cuatro hacia adelante.
Karla, una mujer de 44 años, es un ejemplo de la profunda devoción que rodea al Cristo Negro. Su conexión con la imagen comenzó desde su niñez, junto con su familia.
"Esta es una experiencia que no hay forma de cómo explicarla, esto es algo que el que en verdad tiene fe, lo logra", cuenta con emoción en los ojos. Cargando una réplica del santo en sus manos y al borde de las lágrimas, Karla relata que pedirá por la protección de sus padres y su hijo, así como por su hermana que lucha contra una enfermedad.
Con profunda certeza, dice: "Yo sé que él la va sacar de esto. Yo sé que el próximo año, Dios mediante, ella estará aquí con nosotros
El Cristo Negro de Portobelo sigue siendo un misterio en muchas formas, pero su legado es innegable. Las leyendas, la música y la devoción que lo rodean se entrelazan para crear una experiencia única que continúa asombrando a quienes lo descubren en el corazón de Colón, Panamá