El Golfo de Montijo busca hacerse un hueco en el ecoturismo
El turismo representa el 10 % del producto interior bruto (PIB) de Panamá.
Bocas del Toro, San Blas y Coiba son los tres destinos de playa por excelencia en Panamá, pero en los últimos tiempos ha emergido una nueva propuesta que está haciendo del ecoturismo su principal seña de identidad: el Golfo de Montijo.
Ubicado en la provincia de Veraguas, a 300 kilómetros al oeste de la capital panameña, el golfo es un paraje paradisiaco que combina manglares e islas de arena blanca y agua turquesa con un sinfín de aves y especies marinas.
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"Esto es un paraíso que no tiene nada que envidiar a otras zonas más visitadas del país", indicó a Acan-Efe el presidente de la Cámara de Turismo de Veraguas, Ángelo Solanilla.
El golfo, en donde viven cerca de 2.000 personas, está protegido por varias islas, entre ellas Cébaco, la segunda más grande del Pacífico panameño -después de Coiba- y un paraíso para los amantes del buceo y de los cetáceos.
"Cada vez hay más turistas, pero el 80 % son extranjeros, tenemos que potenciar el turismo local. Si se hace bien, el turismo ayuda a que los locales mejoren sus condiciones de vida y a que se conserve el golfo", apuntó Solanilla.
El Golfo de Montijo, que no cuenta con un plan de manejo gubernamental, forma parte del denominado Corredor Marino del Pacífico Este Tropical, una cadena de áreas marinas protegidas que se extiende desde Costa Rica hasta Ecuador, y fue declarado sitio Ramsar en 1994.
"El golfo alberga el 11 % de todos los manglares del país. Es un ecosistema único", agregó el empresario.
Los manglares son una gran herramienta para luchar contra el cambio climático -pues absorben hasta cinco veces más de dióxido de carbono que otros bosques- y juegan un papel fundamental en el ciclo de vida de algunos peces o crustáceos.
Además, protegen a la costa de fenómenos meteorológicos que están aumentando por el cambio climático como los fuertes oleajes y las tormentas.
La Fundación MarViva, que opera en Colombia, Panamá y Costa Rica, ha capacitado en los últimos meses a decenas de boteros y pescadores locales en prácticas turísticas sostenibles y responsables con el medio ambiente para tratar de preservar el ecosistema.
"Panamá está despegando turísticamente y el golfo aún es una zona poco explotada. Es el momento de hacer las cosas bien y evitar errores que se han cometido en otras partes. El ecoturismo consiste principalmente en dejar la menor huella posible", apuntó a Acan-Efe la gerente de Comunicaciones, Magdalena Velázquez.
El botero Andis Batista se ha capacitado en avistamiento responsable de cetáceos y ha aprendido, por ejemplo, que las ballenas necesitan una distancia mínima para ser avistadas y que hay que apagar el motor cuando se esté cerca para no causarles estrés.
El incipiente ecoturismo está suponiendo además una fuente de ingresos adicional para los pescadores artesanales del golfo, que han visto como sus capturas se han ido reduciendo en los últimos tiempos como consecuencia de la sobrepesca.
"Hay días que una tira tres redes y no saca nada. Antes sacábamos cajas y cajas de peces. Creíamos que el mar era infinito, pero nos estamos dando cuenta de que tiene límites", concluyó la pescadora María Luisa Ábrego.
El turismo representa el 10 % del producto interior bruto (PIB) de Panamá, un país que en 2018 recibió 2,4 millones de turistas, lo que supone un descenso del 1,4 % con respecto al año anterior.
La editora de guías de viaje Lonely Planet incluyó a Panamá en su lista de los diez mejores destinos en 2019 por su biodiversidad, sus paradisiacas playas, su cultura indígena y su canal interoceánico