Hay un halo de esperanza en el caso de la desaparición de Héctor Gallego
La fiscal superior Geomara Guerra, encargada de investigar las desapariciones de la dictadura panameña, reconoció que "se hizo un mal manejo" de los restos encontrados en una fosa común en el antiguo cuartel Los Pumas.
Héctor Gallego, el cura colombiano que empoderó al campesinado panameño y cuya desaparición fue una de las más sonadas durante el régimen militar, sabía que le iban a matar: "Si desaparezco, no me busquen, sigan con la lucha", solía decir.
Su caso se cerró con tres militares condenados en 1993, pero sin rastro de su cuerpo. Medio siglo después de desaparecer en Santa Fe, un pueblo de montaña del interior del país, las autoridades panameñas sospechan ahora que unos huesos encontrados en 1999 pertenecen en realidad al padre paisa.
La fiscal superior Geomara Guerra, encargada de investigar las desapariciones de la dictadura panameña (1968-1989), reconoció a Acan-Efe que "se hizo un mal manejo" de los restos encontrados hace dos décadas en una fosa común en el antiguo cuartel Los Pumas, a las afueras de la capital, y que existen "serias" dudas sobre su autenticidad.
Panamá no contaba entonces con un laboratorio de ADN y mandó los huesos a dos centros estadounidenses. Uno fue incapaz de identificarlos y otro se los atribuyó al sindicalista Heliodoro Portugal, otra víctima emblemática del régimen, explicó.
Pese a que había indicios que apuntaban a que podían pertenecer al misionero, se aceptó que eran de Portugal, algo que la fiscal sigue cuestionando: "Las características de la osamenta ya de por sí despertaban dudas porque Portugal era alto y el padre Gallego muy pequeño. La hipótesis que barajamos es que todos los restos estaban mezclados".
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Durante el juicio por la muerte del sindicalista, en 2017, Guerra solicitó repetir los análisis de ADN para despejar dudas y se espera que los nuevos resultados estén listos "en unos meses".
"Nunca se han dejado de buscar los restos del padre Gallego. Era colombiano, pero lo sentimos como nuestro. La Iglesia ya ha expresado que necesita sus huesos para pedir su canonización", agregó.
Gallego, nacido en un pequeño pueblo antioqueño en 1938 y desaparecido en 1971, llegó a Panamá con una misión concreta: dignificar a los explotados campesinos, lo que enseguida le enemistó con los terratenientes de la zona, que le acusaron de comunista y entre los que había familiares lejanos del general Omar Torrijos.
Su nombre aún resuena en las montañas de Santa Fe, donde los agricultores siguen organizados en torno a la cooperativa que él mismo fundó.
El historiador Omar Jaén dijo a Acan-Efe que el régimen de Torrijos "sobrevaloró la amenaza del padre Gallego" y que su desaparición le debilitó tanto internamente, donde trataba de consolidar su "revolución", como en las negociaciones con Estados Unidos para la recuperación del Canal de Panamá.
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Gallego es una de 110 víctimas identificadas oficialmente por una comisión que investigó la dictadura panameña, que comenzó en 1968 con un golpe militar y acabó en 1989 con una cruenta invasión de Estados Unidos, aunque se cree que hay bastantes más desaparecidos.
Edilma, una de las hermanas del misionero, aseguró a Efe que su asesinato fue una "conspiración del poder" y que los militares panameños hicieron ver al Gobierno colombiano de entonces que Gallego era un guerrillero que quería armar a los campesinos para que no reclamaran responsabilidades.
Asentada en Panamá desde hace dos décadas para tratar de darle sepultura a su hermano, Edilma reconoció que sigue con cierto escepticismo las novedades del caso.
"Ya habíamos pasado el duelo, llevamos décadas llorando a Héctor. Ya nos habíamos hecho al dolor, se murió, lo desaparecieron. Esto nos abre las heridas de nuevo. ¿Quién nos garantiza que ahora los resultados sean buenos?", se preguntó.
"Tengo sentimientos enfrentados, aunque no puedo negar que veo algo de luz al final de túnel", admitió con la voz entrecortada y a la espera de las nuevas pruebas de ADN. EFE