Nacional - 25/12/18 - 05:00 PM
Navidad de los enfermos
La Navidad de los enfermos no tiene Noche Buena. A la medianoche no hay jamón, uvas, ni ron, ni ron ponche. Casi todo el mundo duerme en su cama de hospital y los pocos despiertos tienen sus pensamientos en los recuerdos.
A lo lejos se escuchan los fuegos artificiales cuyo resplandor se filtra tenuemente por algunas ventanas. A la medianoche no llega el regordete de ropa roja y barba llamado Santa Claus, sino un médico de turno con ganas de tomar muestras de sangre.
Cómo muchos otros panameños siempre esperaba con ansias la Navidad. Mi principal preocupación era tener dinero, comprar regalos, tener una buena cena navideña y darle rienda suelta a la bebida y al comer hasta la madrugada.
Nunca me detuve a pensar cómo sería pasar la Navidad sin salud, hospitalizado y lejos de los seres queridos, pero una pancreatitis aguda me hizo vivir lo que pasan mucho panameños en el hospital Santo Tomás mientras la mayoría festeja, come, bebé y recibe regalos.
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La camaradería es buena y el ánimo de los pacientes que están conscientes y pueden hablar es bueno ....qué estarán haciendo mis hijos se escucha una voz desde una cama lejana, mientras otros hablan por celular con sus hermanos y esposas.
"Miss puede abrir la ventana para escuchar los fuegos artificiales", pidió melancólico unos de los pacientes, quien me imagino extrañaba estar en su casa viendo en el negro cielo las explosiones multicolores.
La melancolía y los rostros largos de los pacientes contrastan con el del personal médico. La mayoría está de buen humor y se esfuerza por transmitir optimismo a los enfermos. Llevan gorros de Santa y narices rojas a modo del reno Rudolf que acompaña a Santa.
"Estoy feliz porque entre días libres y cambios de turno no regreso hasta el viernes", decía alegremente una enfermera mientras cambiaba una venoclisis.
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Otros no son tan afortunados. "Tengo que trabajar 24 y 25 y amaneciendo, qué se va a hacer, cuándo te toca, te toca", decía resignado uno de los técnicos a quien le correspondió pasar Navidad junto los pacientes.
La hora de la visita el 24 de diciembre fue de lo más dramática, amigos, hermanos, esposas e hijos acudieron a darle fuerza y esperanza a sus seres queridos, pero algunos no recibieron ninguna visita y simplemente se quedaron solos.
"Todo va a salir bien, tienes que tener fuerza, encomiéndate al Señor, ten fe, mente positiva, con la ayuda de Dios todo es posible y pronto estarás con la familia", eran algunas de las frases que se escuchaban en los pequeños grupos que se formaban alrededor de los enfermos.
De pronto a la lejos, un coro de voluntarias entonó el villancico Noche de Paz, noche de amor, muchos nos quebramos y rompimos a llorar, era la primera vez que la pasaría enfermo, lejos de mi familia y seres queridos.
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"Que Navidad más triste para todos", dije tristemente, pero al paso me llegaron voces de aliento y de esperanza. "Son pruebas del señor, para que uno vea lo que tiene y no aprecia y con su ayuda pronto estarás mejor", me dijeron con caras de esperanza mi esposa Yorleni y mi hermana Yolanda, al tiempo que me daban un fuerte abrazo.
Mi caso es solo uno de los cientos que hay en el Santo Tomás. Me tocó compartir sala con Pedro, quien llegó de Colón esposado de pies y manos, con un catéter en el vientre y un sangrado que no se detenía producto de diverticulitis en su intestino grueso.
También estaba Jaime, chófer de diablo rojo de Pacora, quien llegó con 2 de hemoglobina. "Pensé que ya me iba a morir, jamás me había sentido tan mal en mi vida, pero ya no me muero nada", aseguró mientras intentaba acomodarse en la cama en medio de varias venoclisis y bolsas de sangre que le guindaban de la mano.
Todo esto me hizo entender que poco apreciamos lo que tenemos y que tan fácil y rápido, se nos puede ir la vida…esa vida que cambia en un momento.
Es Navidad, no Vanidad piense menos en lo material y el dinero y dedique más tiempo en demostrarle amor a sus seres queridos. Al final nada tiene más valor que sentirse amado y que uno es importante en la vida de los demás.