Nacional - 28/2/21 - 12:00 AM

Opinión: ¿Quién te crees tú?

Interrumpí mi lectura, crucé mi mirada con el pasajero que iba a mi izquierda: “¡Qué ego tan alto!”, me dijo aquel, en referencia al berrinche del otro.

 

Por: Luis Enrique Morán -

“¿No sabes quién soy yo?”, preguntó desafiante el hombre al tripulante de cabina, quien guardó silencio.

Interrumpí mi lectura, crucé mi mirada con el pasajero que iba a mi izquierda: “¡Qué ego tan alto!”, me dijo aquel, en referencia al berrinche del otro.

Asentí, guardé silencio, volteé a mi derecha, a través de la ventanilla miré el cielo y me pregunté: ¿Quién soy yo? ¿Quién creo ser? ¿Quién deseo ser?

Tenía 24 años. Han pasado 13 años y esas 3 preguntas siguen latentes, pues la construcción de la verdadera identidad no es una obra acabada; es un peregrinaje diario por las vías de nuestro interior; porque no solamente somos materia, sino también espíritu.

La construcción de la verdadera identidad pasa por los espacios de la soledad, por ello “toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: ‘Rabbí, bueno es estarnos aquí.

Vamos hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’; —pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados—.

Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: ‘Este es mi Hijo amado, escúchenle’” (Mc 9, 2-7).

Jesús muestra su divinidad. No solo es hombre, sino Dios. Él nos invita a la transfiguración. ¿Nos transfiguramos en personas de luz o de oscuridad? Además, nos exhorta al descubrimiento de nuestra verdadera identidad. ¿Acaso somos lo que tenemos, lo que acumulamos, los puestos que ocupamos, glorias pasajeras?

Elías y Moisés hablando con Jesús representan a nuestros antepasados quienes nos preceden en nuestra verdadera identidad.

La idea de Pedro, de quedarse en la gloria del monte Tabor y el silencio de Jesús ante esa idea, nos revela que, para llegar a la gloria eterna, se atraviesa primero por los sacrificios diarios. Es decir, no hay gloria sin cruz.

El silencio de Jesús no se queda en el monte Tabor [ni se encierra en el templo], pasa a la acción y baja a la realidad de su Galilea. Antes de eso, el Padre interviene: “Este es mi Hijo amado, escúchenle”.

Descubrir ¿quién es Jesús y quién soy realmente yo? pasa por la escuela del silencio y la escucha atenta; es un elevarnos al encuentro con nosotros, con lo eterno y El Eterno, y bajarnos a la acción de nuestra realidad.

Y tú, ¿quién te crees que eres

EDICIÓN IMPRESA

Portada Diario Crítica