Nacional - 14/1/19 - 12:00 AM
‘Sangre’: el escolta de un Santo y un Papa
Su verdadero nombre es Fitz Edwards Gibson Parris Jr., nieto de un emigrante de Barbados que trabajó en el Ferrocarril de Panamá y en la construcción del canal interoceánico.
“Sangre”, ese era el apodo de un ejecutivo del temido y eficiente G-2 de las Fuerzas de Defensa de Panamá, que fue escolta de un santo y vicario de Cristo en la Tierra: Juan Pablo II.
Su verdadero nombre es Fitz Edwards Gibson Parris Jr., nieto de un emigrante de Barbados que trabajó en el Ferrocarril de Panamá y en la construcción del canal interoceánico.
El mayor jubilado Fitz Gibson tenía 43 años cuando el entonces jefe del G-2, el coronel Manuel Antonio Noriega le encomendó la tarea de proteger a un PMI, pero ese "Personaje Muy Importante" no era cualquiera; era el representante de Dios en la Tierra.
Gibson era un corpulento moreno, de poco hablar, mirada fulminante y en realidad inspiraba temor. Ahora con 79 años, más pausado y conversador, le reveló a “Crítica” los detalles de esa misión especial.
El hombre bautizado “Sangre” por el doctor Miguel Antonio Bernal no es de carrera, pero era un hombre efectivo en la contrainteligencia. Había recibido cursos en Quantico, en la sede del FBI, y de la otra escuela: la inteligencia cubana.
Juan Pablo II llegó el sábado 5 de marzo de 1983 al aeropuerto de Tocumen. A las 9:30 a.m. el vuelo de Alitalia tocó la pista del terminal y casi de inmediato arrancó el trabajo de “Sangre”.
Había una multitud en Tocumen y el calor –con el perdón del papa- era infernal. Juan Pablo caminaba de un lado para otro y muy cerca se observaba a Gibson cuidando al PMI.
No era una tarea fácil. Casi dos años antes: el 13 de mayo de 1981, el papa sufrió un atentado en la propia Plaza de San Pedro, cuando el turco Ali Agca le propinó 4 disparos con una Browning 9 milímetros y dos de los tiros le perforaron los intestinos. La KBG y los servicios de inteligencia de la Europa del Este quedaron de sospechosos, porque Juan Pablo le estaba calentando los oídos a su natal Polonia.
Paralelamente, Centroamérica era un hervidero de revoluciones y contrarrevoluciones sobre todo en Nicaragua, y en Panamá convergían para entonces las principales agencias de inteligencia del mundo utilizando toda clase de cobertura para pasar desapercibidos.
Fitz Gibson dijo que el grupo contrainteligencia que incluía a Nivaldo Madriñán y a Gabriel Correa buscaba información de atentados para neutralizar cualquier amenaza que existiera y además contaba con unidades de inteligencia en Nicaragua y El Salvador.
Había tantos rumores, pero el comandante de la época dejó en manos del grupo de contrainteligencia la seguridad, y el coronel Ángel Mina era el que coordinaba con el arzobispo Marcos Gregorio McGrath.
De esa llegaba del papa, el miembro del G-2 recuerda “cosas buenas… conocí a un ángel enviado por el Señor… conocí a Juan Pablo II. Cuando me encontré con él bajando del avión sentí un espíritu de alegría, me sentí contento de custodiar a un enviado de Dios”.
Gibson dijo que hasta los oídos del papa llegó el grito de “Sangre, asesino” que le pegaba Miguel Antonio Bernal. Le preguntó por qué y Fitz explicó que el 19 de diciembre de 1979, el catedrático universitario participaba en una protesta frente a la Iglesia Don Bosco contra la presencia del Sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi. El grupo antidisturbios comandado por el mayor Julián Melo lo reprimió, y el abogado lo señalaba como el comandante del grupo, cuando yo apenas era un subteniente, sostiene el mayor retirado.
El militar criado en el sector canalero de la Boca y luego en San Miguel explica que cuando se escolta a un personaje de la talla del papa, lo principal es no pretender mantener controlados todos los pasos del PMI. Es un hombre que viene en son de paz, de amistad, no podemos evitar el contacto con la gente.
A Juan Pablo II se le dio libertad para andar… al final “yo no cuidaba del papa… él cuidaba de mí, porque venía en nombre del Señor”, manifestó con cierto gozo el jubilado militar que luce fuera del suéter blanco que utiliza un collar de plata con la imagen de un Jesús crucificado.
Para el temido militar, ese encuentro con el santo padre cambió su vida. Fue un giro de 180 grados y ya no era el hombre “represivo y déspota” ni andaba de parranda y en diciembre escuchando al Gran Combo… había cambiado, sintió un espíritu nuevo.
Y en verdad, Gibson es ahora más abierto… no carga la desconfianza propia del hombre inmerso en labores de inteligencia. Un tablero que tiene en su oficina de trabajo está lleno de estampas religiosas: Jesús, la Virgen María, Don Bosco y su Santo Juan Pablo II, pero además incluye la vieja insignia de las Fuerzas de Defensa.
Un regalo del papa
Juan Pablo II tuvo un gesto simpático con “Sangre” cuando iban en el transporte hacia la misa en el estadio Revolución, le pasó un pequeño cofre. En el apuro y concentración, Gibson lo tomó y se lo metió a la solapa del saco. Cuando llegaron al coliseo, el papa me miró y sonrió… seguí caminando y al rato abrí el obsequio: era una moneda gigante dorada con la imagen del Vicario de Cristo impresa.
Fitz Edwards Gibson Parris no sabe si la moneda es de oro, pero es su gran tesoro. La tiene cerca de su cama y la observa todos los días.
El militar ingresó a la Guardia Nacional en 1964 obligado por su padre que era mecánico en el instituto armado. Como andaba medio indisciplinado, el mayor Felipe Camargo padre le recomendó meterlo a los cuarteles y allí se jubiló el 20 de diciembre de 1988, un año antes de la invasión. Sus misiones también incluyeron proteger al presidente James Carter, en junio de 1977, y a la Miss Universo, en 1986, organización que lo quería contratar, pero prefirió su cargo como G-2.
Tras la invasión de EE.UU., “Sangre” purgó 5 años de prisión y alega sorprendido que hasta se le tildaba de uno de los “hombres fuertes de Panamá”.
En la cárcel El Renacer se confesó con el obispo Rómulo Emiliani y este le lanzó un sermón que concluyó con la frase: ¡ahora eres sangre de Cristo… no eres una sangre mala”.
“Sangre” exclamó ante “Crítica” su orgullo de “estar al lado de un santo”. No todo el mundo tiene la oportunidad de estar con un santo. Yo Fitz Edwards Gibson Parris tuve la oportunidad de estar con el santo Juan Pablo Segundo”.
Al exoficial de contrainteligencia que protegió al llamado “papa peregrino” le gustaría conocer al sumo pontífice Francisco cuando llegue a Panamá, para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.
A los escoltas, el viejo Gibson le aconseja que la seguridad no es por la plata, debe gustarte lo que haces, tienes que proteger a la persona que te asignan… la vida del personaje es lo que importa… el dinero es secundario.
Fitz dijo sin titubear que estuvo dispuesto a dar la vida por proteger a Juan Pablo II y a todas las personas que le tocó cuidar durante su carrera como jefe de la división PMI de la Guardia Nacional y de las Fuerzas de Defensa.