...Y el reloj siguió su marcha
Decidí escribir desde el penal, como se sabe, en este medio que me abrió espacio. Era imposible no describir esas vivencias, lamentables pero dignas, y, de paso, defender mi nombre frente a las publicaciones del periódico del gobierno y las televisoras afines por la causa, en asocio con sus fiscales y voceros dirigidos a mentir y acabar con nuestra honra. ¿Debido proceso? ¿Presunción de inocencia? Nada importaba. ¿Ley? Para los pendejos. Por ello, ni perdono ni olvido.
Cerraba mis artículos con una frase que calaba mucho: “cada día mío aquí es uno menos de todos ellos allá”. No faltaron muchos quienes me aconsejaban no escribirla. La sentían como un desafío a Varela, quien en ese momento infundía miedo al que se dejaba amedrentar. Quería describir con ella el paso del tiempo que inexorablemente nos traería a esta fecha, al final de su tiempo. El círculo que lo rodeaba, hoy entendemos, manipulaban todo. De nada valió mi sobreseimiento definitivo ni alegar la indagatoria a destiempo. Esa fiscal Moore obedecía cual soldado la instrucción de sus jefes, mis verdugos. La Corte habló, aunque la cuestionaron los mismos que vitoreaban los abusos sin ver en los códigos las reglas del juego a seguir. Fue unánime, menos el Mag. Mejía, que no concurrió a ese pleno.
Muchas cosas pasaron en mi vida. Unas muy tristes, otras muy positivas. Nunca sentí miedo, aunque sí angustia. Sabía que sería largo y me preparé junto a mis compañeros R9 a analizar la vida y las circunstancias y junto a mi esposa, hijos y reales amigos, a sortear el tiempo en medio de una gran incertidumbre. Sabíamos que el tiempo llegaría, como llegó. Dije en uno de mis escritos que era el “gobierno de la mentira y de la hipocresía”. Se pegó a la Iglesia, que lo alcahueteó todo el tiempo. Correteó al Papa desaforadamente. Comulgaba y evocaba a Dios. Se sentía mesías, predestinado, para una misión que no cumplió, porque nunca la tuvo.
¿Y ahora? Mi hermano Oscar Osorio envió al grupo unas sabias reflexiones hoy. Extraigo una “día para reflexionar, que no hay amigos dentro de una estructura de gobierno o de partidos. Que no podemos decir que hay enemigos pequeños y que la mala fe, la venganza y el odio solo acompañan a quienes se dicen ser los salvadores”. Gran apunte en nuestra historia.
Pero el país perdió mucho. Acabaron todos con la esperanza, con los sueños, con el entusiasmo, entre otras cosas invaluables. Decrecíamos y el remanente económico tomará tiempo y disciplina fiscal volver a levantarlo. El daño colateral por acabar con Martinelli fue inmenso. Se pudo respetar la ley, pero era mejor, pensaban, manipularla y humillar, no hacer justicia, cosa que en lo personal jamás he dicho que no se busque, pero no a costa de la justicia misma. El que algo hizo, que pague, pero que se respeten sus garantías legales.
Pero aquí estamos, frente al destino y al inicio de nuevos tiempos. La experiencia de Varela debe servir a los nuevos dignatarios. Hoy empieza el inicio de su período, pero también el del final del mismo. En mi campaña interna en el partido hablé mucho del legado, porque creo que es vital pensar en ello, eso que tú dejas para el recuerdo en el tiempo. Hoy toma vigencia. El legado de Varela, porque lo hay, debe servir de reflexión profunda para lo que no se debe hacer. Mirarse en ese espejo hoy es de valor para no hacer que la historia se repita. Pienso que el país no resistiría otro inepto más.
El final llegó. Se fue Varela, pero deja rastros negativos y recuerdos imperecederos de lo que fue un sentido del mal y la venganza aplicado desde el poder con el aplauso de muchos cómplices que hoy quieren pasar agachados luego de pelechar y motivar el linchamiento. Pudo ser distinto, pero ese fue el,camino escogido. Ya es tarde porque cómo dicen los pescadores, “es la hora en que la mar se enluta”.
Ya no están ellos allá. Yo sigo aquí y puedo estrechar manos y abrazar amigos por todo el,país. Esa ha sido en parte mi mayor recompensa. Mientras, solo les deseo que les respeten sus derechos. Suficiente.
.....y el reloj siguió su marcha.