Imponen la pena máxima a un hombre por asesinar a su esposa en Pedregal
Esta tragedia ocurrió en el sector conocido como Loma de Sapo, ubicado en Rana de Oro, corregimiento de Pedregal, luego de una discusión entre la pareja.
Ezequiel Emmanuel Rodríguez Martínez, de 41 años fue condenado, por un Tribunal Superior, a pagar 30 años de prisión por el Delito de Femicidio cometido en contra de su esposa, Eugenia Teodosia Veroy de Rodríguez de 36 años y por un Delito de Hurto.
La condena se logró después de un proceso que inició en el año 2016, cuando Rodríguez Martínez, hurto un revólver calibre 38, de la empresa en la que laboraba como agente de seguridad y la usó para asesinar a su esposa de 5 balazos, alrededor de las 3:00 de la madrugada del lunes 18 de abril de ese año.
Esta tragedia que trajo luto a un hogar panameño, ocurrió en el sector conocido como Loma de Sapo, ubicado en Rana de Oro, corregimiento de Pedregal, luego de una discusión entre la pareja.
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Los resultados de la diligencia de inspección realizada en la escena del crimen, del informe de necropsia, de la criminalística de campo, además de la declaración de uno de los hijos y de la hermana del condenado, fueron contundes y se convirtieron en las bases en las cuales la Fiscalía Superior de Descarga de Homicidio/Femicidio sustentó su caso y logró la pena máxima.
El día de los hechos, los 3 hijos de Eugenia, que en ese tiempo tenían 18, 17 y 7 años, se encontraban en la residencia donde ella vivía con Rodríguez Martínez, quien solo era padre del más pequeño.
La pareja había salido de paseo y regresado a su hogar pasada la medianoche, pero mientras los menores dormían, ellos empezaron a discutir.
El hijo más grande de Eugenia que estaba en su recámara, ya se había quedado dormido, cuando de repente lo despertó el sonido de las balas. De inmediato él corrió hacia la recámara que su madre compartía con su padrastro y en donde se habían quedado dormidos sus dos hermanos.
El joven encontró la puerta del cuarto cerrada, por lo que en medio de la desesperación la pateo hasta que la abrió.
Al entrar, el muchacho de tan solo 18 años se encontró con una dantesca escena, su madre muerta tras ser baleada por su padrastro y Rodríguez Martínez tirado junto al cadáver aún con el revólver en la mano.
En lo que podría definirse como un acto instintivo, el joven le arrebató el arma de fuego a Rodríguez Martínez, antes de que atentara contra su propia vida o contra él y sus hermanos.
Aunque afectado por lo sucedido, el hijo mayor de Eugenia atinó a llamar a la policía y cuando los uniformados llegaron entregó a su padrastro.
Como los hijos más chicos de Eugenia se habían quedado dormidos en la misma habitación en la que ella fue asesinada, fueron despertados por el detonar del arma de fuego, lo que sumado al desarraigo de crecer sin su madre dejó en ellos secuelas para el resto de sus vidas.