¡Perdónalos, Señor! Los ‘haters’ de Mariano no saben lo que dicen
En una sociedad de valores distorsionados y prostituidos no es de extrañar que "Mo" sea mal visto por un sector.
En una sociedad que necesita de buenos ejemplos, resulta paradójico que haya quienes insistan en atacar la figura del más grande cerrador de todos los tiempos y ahora miembro del Salón de la Fama, Mariano Rivera.
Si hay un atleta modelo para la juventud panameña es el hombre nacido en Puerto Caimito, La Chorrera. Por tal razón, es una estupidez que se disparen críticas que rayan en el odio contra un hombre cuya carrera deportiva debe servir de guía no solo a los jóvenes que se dedican a la práctica del béisbol sino también de otras disciplinas.
Un hombre que hizo de la adversidad su fuente de inspiración para salir adelante. Hay quienes, antes de juzgarlo, deberían leer su libro “The Closer” (El Cerrador) para que tengan una idea del porqué todos debemos celebrar su exaltación al Salón de la Fama. Estamos acostumbrados a juzgar sin siquiera conocer o por lo menos investigar sobre la persona.
Quien tenga un hijo que aspire a ser un atleta de alto rendimiento, de seguro querrá que siga el ejemplo de profesionalismo y disciplina de la gloria chorrerana.
Pero quiénes o qué sociedad es la que juzga a Mariano Rivera. Lo juzgan miembros de una sociedad corrompida, una sociedad que cada cinco años acude a las urnas para dar su voto a políticos acostumbrados a mamar del erario.
Mariano Rivera no paga licor, no paga vicios, no paga parrandas, no cobra cheques en Pandeportes... no jode a nadie... no se presta para la sinvergüenzura de la dirigencia o el político de turno, como sí lo hacen otros atletas y exatletas a los que algunos ciegamente aman y por lo tanto se les aplaude hasta el que sean corruptos, vagos o delincuentes. Por eso, en una sociedad de valores distorsionados y prostituidos no es de extrañar que "Mo" sea mal visto por un sector.
Con tal de desprestigiarlo, se acude a cualquier tontería para apedrearlo en redes sociales, como se estila en estos tiempos. ¿Quién dijo que para amar a su país uno de los requisitos obligatorios es vestir la camiseta de una selección? Los “haters” de Mariano acuden a argumentos superficiales para atacarlo, no se dan cuenta, o no les da la gana de darse cuenta, que el amor por la tierra va más allá de ponerse una camiseta.
A Mariano tampoco le gusta hacer alarde de las contribuciones que hace (de algunas nos hemos enterado por boca de gente de su comunidad natal). No es de esos que cada real o juguete que donan terminan por mostrarlo en redes sociales.
Siempre recuerdo la ocasión cuando varios dirigentes chorreranos solicitaron a Mariano entregar unos trofeos en una humilde comunidad en La Chorrera. El ex grandes ligas aceptó la invitación (hecha de ya para ya, como se dice), pero su rostro pasó de la sonrisa al disgusto cuando al llegar al lugar vio que detrás de la mesa donde estaban los trofeos había cajas de cerveza. Su incomodidad era evidente, puso cara de pocos amigos. Y ser sincero, en una sociedad como esta, acostumbrada a la hipocresía, resulta un autosacrificio.
En otra ocasión, un corresponsal nuestro, al que ni siquiera Mariano conocía, llegó tarde a su casa en Puerto Caimito para entrevistarlo. “Mo” ya había arrancado su camioneta, pero al ver al periodista en el camino, le dijo: “súbete, y mientras manejo te respondo las preguntas”. ¿Es esta la actitud de un tipo arrogante? Absolutamente NO.
Amigo de Mariano no soy, ni siquiera conocido, si acaso he tenido la oportunidad de hacerle preguntas en tres o cuatro ocasiones, y siempre por más incómodas que fueran me las ha respondido con el profesionalismo que lo ha caracterizado. En los clubes deportivos de cualquier índole, la vida y carrera de Mariano se deben convertir en asignatura obligatoria para que los niños tengan presente cómo deben comportarse si pretenden ser grandes profesionales y hombres de bien. Nadie puede rebatir que Mariano es un buen ejemplo, y procurar serlo es una manera de amar a la Patria, porque de buenos ejemplos necesitan las presentes y futuras generaciones.
¡Apaga, y vámonos!